Los analistas y muchos cubanos en la isla opinan que el 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba (del 16 al 19 de abril), será muy importante porque Raúl Castro dejará su cargo de Primer Secretario de la organización, que según la Constitución es la máxima instancia de poder en el país. Destacan que por primera vez no habrá un Castro al frente del castrismo.

Esas conclusiones a primera vista parecieran correctas, pero no lo son. No se sustentan en la sui generis realidad cubana. Aunque “de jure” la Constitución así lo establece, “de facto” la máxima instancia de poder en Cuba no es el Buró Político del PCC ni su Primer Secretario, sino un grupo de militares que conforman una mafia que no da la cara al pueblo, actúa tras bambalinas y ni cuentas rinde al Estado ni al PCC.

La mafia militar está por encima del PCC, del bien y del mal

Esa mafia la integran generales, coroneles y comandantes históricos dirigidos por el dictador Castro, quien lo seguirá siendo mientras viva, pues así lo decidió el fundador de la dinastía familiar, su hermano Fidel.

En Cuba no hay tres poderes públicos como en el mundo normal, sino uno superior y seis subordinados. El superior es el militar, por encima de la Constitución, las leyes, el bien y el mal. Es en la práctica un Estado paralelo ilegal que somete y acogota al Estado formal con poderes de segundo nivel.

El Estado, o jerarquía superior, lo constituyen el dictador y la mafia militar. Y a la cabeza de los poderes subordinados está el Buró Político y el Comité Central del CC del PCC, también por encima del Estado formal. Luego siguen el Presidente de la República, el Consejo de Estado, el Primer Ministro y el Consejo de Ministros, y la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Del Buró Político del PCC hay que destacar que sólo cuentan ahí los generales y comandantes históricos, que toman las decisiones importantes. Los restantes miembros solo opinan si los dejan, y aprueban sin chistar lo que deciden los militares.

No importa lo que diga la Constitución, la condición de dictador en Cuba no la confiere la jefatura del PCC, ni tampoco la de Presidente de la República, sino la jefatura militar absoluta. Por tanto, Raúl Castro, que cumplirá 90 años en junio, es y seguirá siendo el jefe de jefes.

Por supuesto, cualquiera que sea el nuevo jefe nominal del PCC será considerado oficialmente como el nuevo dictador. Falso. Estará todo el tiempo “consultándolo” todo con Castro II y la mafia.

El nuevo Primer Secretario del PCC no será ya el “número uno

Precisamente lo novedoso será que el nuevo Primer Secretario del PCC no será ya el mandamás principal de la nación. Hasta ahora ese cargo “top” partidista lo ostentaron los hermanos Castro, que eran a la vez los jefes militares máximos. Pero ahora el jefe del PCC no será también el máximo jefe militar. Será más visible, pues, que el país lo controla una mafia militar dirigida Castro II.

Otro aspecto que algunos consideran importante será el relevo en el Buró Político (BP) de los principales dinosaurios históricos de la Sierra Maestra. Falsa alarma también. Seguramente uno o dos generales histórico de tres estrellas continuará en el BP, y serán admitidos otros generales poderosos más jóvenes. Ellos ocuparán el lugar que dejarán Castro II, Machado Ventura, Ramiro Valdés, y alguno que otro de los generales históricos que sean relevados en el BP. Además, esos sustituidos, “por derecho propio”, por ser fundadores del castrismo, seguirán mandando en Cuba.

 Se disparará la indignación popular; el tiro saldrá por la culata

En resumen, poco importará a partir del 19 de abril próximo si el nuevo Primer Secretario del PCC se llama Díaz-Canel, o Fulanito de Tal. Como tampoco significa nada que la Constitución actual establece que el Presidente de la República es el Jefe Supremo de las fuerzas armadas. ¿Se cree eso Díaz-Canel? ¿Se lo cree alguien en Cuba? ¿Le puede alguien insinuar siquiera al general Castro que él no es el máximo jefe militar y “número uno” de Cuba?

Por lo demás, ya se sabe que el 8vo congreso será una expresión más de fosilización y continuidad, un llamado a más socialismo, o sea, a más hambre y pobreza. Si Raúl Castro se encargó de dirigir la redacción de la nueva Constitución comunista, ahora se ocupará de amarrar muy bien todos los cabos en este cónclave para evitar sorpresas de los “advenedizos” en el BP y el CC del PCC que interfieran con el capitalismo militar corporativo que él ha diseñado para el neocastrismo.

Pero una cosa es con guitarra y otra con violín. Sin duda el congreso con su inmovilismo, ya criminal ante la crisis devastadora en Cuba, va a disparar la indignación y el rechazo al régimen. Parafraseando a Lenin, el VIII congreso podría completar las “condiciones objetivas y subjetivas” para que los cubanos, ya cansados de mentiras y canalladas, produzcan sorpresas no previstas por la mafia.

Conclusión: con amarres y todo, a Raúl Castro le puede salir el tiro por la culata.