El periódico Granma atacó hace unos días a los mercados agropecuarios privados en un reportaje que con sarcasmo dictatorial tituló “Viandas, ¿con precios de boutique?” (mercancía selecta y exclusiva de altísima calidad), porque “los aumentan en 5 y hasta 10 pesos de una semana a otra”.

Mencionó al mercado habanero de 19 y B, en el Vedado, que opera prácticamente todo bajo la ley (constreñida en Cuba) de la oferta y la demanda, o sea, es de gestión privada. El órgano del PCC arremetió contra los campesinos porque lo que producen “está lejos aún de satisfacer la más conservadora demanda”.

Paralelamente, el primer secretario del Partido Comunista en Las Tunas, Manuel Pérez Gallego, insistió en que el régimen “topa los precios para proteger el nivel adquisitivo de la población”. Días antes burócratas del Municipio Playa de La Habana multaron con 8,000 pesos a seis vendedores del mercado agropecuario de avenida 19 y calle 42 “por violaciones de precios”; y con 4,000 pesos a un vendedor “sin autorización”.

Castigan a los que producen, elogian al que no deja producir

O sea, el régimen se dedica a castigar a quienes producen en los campos lo que el Estado parasitario comunista es incapaz de producir.

Pero lo más significativo aquí es que no pocos cubanos de a pie involuntariamente sirven de coro al gobierno. Califican de bandidos, y delincuentes a esos campesinos y comerciantes, y a los “especuladores del mercado negro”. Los culpan de la escasez de alimentos y los altos precios, y se alegran cuando se los llevan presos.

Ello es expresión de lo que científicamente se llama daño antropológico, sufrido por buena parte del pueblo cubano desde mediados del siglo XX, como consecuencia de la cultura castrista de mentir y distorsionar y la realidad constantemente hasta convertir la mentira en verdad, como hacía el criminal nazi Joseph Goebbels.

El individuo con daño antropológico actúa como un robot

El nombre de dicha patología proviene de antropología, del griego “anthropos” (ser humano) y “logos” (conocimiento), la ciencia que estudia al ser humano. En regímenes totalitarios el daño antropológico es causado básicamente por el “lavado de cerebro”, que afecta la psiquis. El individuo llega incluso a perder la conciencia de sí mismo. Es incapaz de evaluar la realidad de manera independiente y razonable.

Hoy cuando un cubano en la isla, generalmente entrado en años, cree que los altos precios se deben a los especuladores y no al comunismo, o si dice “yo doy la vida por esta revolución”, o culpa al “bloqueo del desastre nacional, o participa en actos de repudio y grita en la calles “!Abajo los derechos humanos! ”, estamos ante una persona con daño antropológico.

Sin darse cuenta actúa como un robot (palabra que viene del checo “robota”, trabajo forzado y servidumbre), que hace y dice lo que ordena el programa instalado. Repite lo que le han sembrado en su cerebro. Ha sido amaestrada para hacer y pensar lo que quiere el “Big Brother” (el Estado) que la maneja.

Hoy la mayoría de los cubanos no son robots. La histórica protesta nacional contra la dictadura el 11 de julio de 2021, y las enérgicas protestas públicas que hay diariamente en toda la isla, así lo muestran. Son conscientes de que no son los campesinos los responsables, sino la inviabilidad socialista, agravada por la ineptitud de la burocracia dirigida por Miguel Díaz-Canel (el más incapaz de todos), la que desplomó la oferta de alimentos y el alza de precios ante una demanda dramáticamente insatisfecha.

Sin embargo, debido al bombardeo de falsedades, verdades a medias, o distorsión de la realidad, no pocos ciudadanos a veces reaccionan cual máquinas, no como humanos. Y no entienden nada en realidad.

Comunismo causa altos precios al torpedear ganancia campesina

El diario independiente “14ymedio” entrevistó a un transportista privado, llamado Juan, que traslada al mercado capitalino de 19 y B productos desde Güira de Melena y Alquízar. Explicó que “el tomate hay que venderlo ahora mismo entre 250 y 270 pesos la libra (…) por debajo de ese precio ya estaría trabajando con pérdidas”. Yoel Espinosa, campesino villaclareño, afirmó que los agricultores privados están asumiendo costos demasiado altos para producir, y pierden dinero si venden a los precios impuestos por el Estado. Y desde Quemado de Güines el agricultor Ibar González asegura que “el maíz está perdido del mercado porque el campesino prefiere vendérselo a los galleros o a los palomeros”.

Como los precios impuestos arbitrariamente por el gobierno no cubren costos, o ganan muy poco, los agricultores producen menos, o dedican sus cosechas a otros fines. O venden “por la izquierda” a precios que sí dejan una ganancia razonable. Todos ellos se quejan de que son obligados a comprar a precios minoristas exorbitantes al Estado, y en dólares (que consiguen ahora a más de 170 pesos por cada billete verde). Solo así pueden adquirir aperos de labranza, combustible, fertilizantes, maquinaria, sistemas de riegos, electricidad, etc.

Con un mínimo de decoro por ahí debió comenzar el malintencionado reportaje de Granma. Tampoco debió “olvidar” el acoso de policías, chivatos e inspectores en los agromercados para evitar que los precios superen el tope contra natura impuesto por el “Big Brother”.

Es por ese torpedeo obsesivo contra la justa rentabilidad de los agricultores que hay cada vez menos productos del campo, y más caros. Es el comunismo, y punto.