Cuba antes de 1959 importaba entre el 25% y el 27% de los alimentos que consumía. Ahora importa casi cuatro veces más, el 82%. Solo a EE. UU le ha comprado más de $7,000 millones de dólares en los últimos 21 años básicamente en alimentos, incluyendo 3.2 millones de toneladas de pollo congelado.

¿Por qué? Esta pregunta debe ser respondida por Raúl Castro. El nació y creció en el campo, y fue administrador de la tienda rural del latifundio de su padre de 10,489 hectáreas (“Las Manacas”) en Birán. Por cierto, a sus más de 350 trabajadores agrícolas el exsoldado colonialista español Castro Argiz no les pagaba con dinero, sino con “vales” que solo servían para comprar en su propia tienda, la que administró su hijo menor luego de causar baja en el Colegio de Belén en La Habana por sus pésimos resultados académicos.

En las tierras del Castro padre (781 hectáreas de su propiedad, y 9,708 hectáreas arrendadas) había caña, plátanos, ganado vacuno, porcino y caprino, gallinas ponedoras, pollos de engorde, y se elaboraban buenos quesos. También había bosques de pinos para la industria maderera.

De su alta producción y del dinero que daba todo aquello baste decir que el terrateniente gallego al morir (en octubre de 1956, dos meses antes de que sus hijos Fidel y Raúl desembarcaran por Las Coloradas para acabar con Cuba) dejó una fortuna de unos $600,000 dólares, equivalentes a unos 6.1 millones de dólares de hoy en 2023.

El Estado impide que agricultores privados produzcan más

Claro, Raúl “El Cruel” jamás respondería la pregunta de “¿por qué?”, pues la respuesta es demoledora para la “revolución socialista”, por cuatro razones:

1.-Toda finca o enorme hacienda en la que “el ojo del amo no engorde el caballo” no produce lo suficiente. Es un fracaso. Por eso, en todo el mundo la agricultura es una actividad privada excepto en Cuba y Corea del Norte (donde el hambre y la escasez de alimentos es parte de la cultura nacional). En China y Vietnam la propiedad de la tierra es del Estado pero ha sido entregada en usufructo al sector privado con contratos de 70 años de duración. Y los usufructuarios venden directamente sus productos al mercado, a precios puestos por ellos mismos, no por el gobierno.

2) Los propietarios de sus fincas que sí “ponen el ojo…” pero son obligados a entregar al Estado el 80% de sus cosechas a precios miserables, y carecen de un mercado mayorista para adquirir insumos y equipos agrícolas, y no tienen acceso a créditos para ampliar sus cosechas y sus fincas, el resultado es el mismo: desgano para producir.

3) Como los arrendatarios (usufructuarios) no son propietarios de la tierra y por eso tienen un techo para el “entusiasmo productivo”. Encima el Estado les dice lo que tienen que sembrar, y confrontan los mimos obstáculos de los campesinos, Si tienen mucho éxito van a la cárcel por “enriquecimiento ilícito”, y si se portan mal políticamente les anulan el contrato de arrendamiento. Al final, el resultado es el mismo: desgano para producir, golpeado además por la ansiedad de ser dueño de la tierra y ser libre.

4) Si los tres primeros factores mencionados están presentes igualmente el resultado es el mismo, y el Estado tiene que invertir mucho dinero en la agricultura.

El régimen invierte 12 veces más en turismo que en la agricultura

En cuanto a la falta de inversión de capital en el campo cubano baste decir que en 2022 el régimen invirtió 23,359 millones de pesos en el  sector turístico y apenas $1,855 millones en la agricultura. Se invirtió 12.5 veces más dinero en hoteles para turistas extranjeros para producir alimentos.

Eso es tan escandaloso que el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de la ONU (FIDA en inglés) en un informe no hace mucho concluyó que en Cuba “debido a la baja capitalización y a la falta de innovación tecnológica, el sector agrícola está subexplotado”, pues “solo se utilizan 2.6 millones de los 6.4 millones de hectáreas de superficie cultivable” que tiene la isla.

El FIDA agrega: “la baja productividad en los sectores agrícola y ganadero responde a la disminución de la inversión a lo largo de los años, la escasez de servicios de asistencia técnica, la degradación de la tierra…”

Campesinos cubanos poseen solo el 20% de la tierra cultivable

La clave de este desastre es que los campesinos, individuales o agrupados en cooperativas, son propietarios de apenas el 20% de los 6.4 millones de hectáreas de tierras cultivables de la isla. El Estado omnipresente posee el otro 80%, unos 5.12 millones de hectáreas, según cifras oficiales de 2021.

Ello muestra el embuste de Fidel Castro, quien desde la Sierra Maestra prometía que entregaría en propiedad las tierras a los campesinos y lo que hizo fue estatizarlas, azuzado por el estalinista Che Guevara y su concepción maoísta del campo como foco de la revolución social.

De las tierras estatales, el 31% han sido arrendadas (alquiladas, (entregadas en usufructo) a agricultores. El régimen informó en 2021 que en Cuba se cultivan 3.1 millones de hectáreas, el 49%. Pero eso no coincide con el estudio de la ONU citado, ni con los economistas que aseguran que no se cultiva entre el 53% y el 57% del área agrícola nacional. El resto está ociosa, invadida de marabú. No produce ni un limón.

Si no se privatiza la agricultura el hambre se irá agravando

En 2022 los campesinos y arrendatarios a cargo del 51% de las tierras del país generaron el 80% de toda la producción agropecuaria cubana, según reveló el primer ministro Manuel Marrero. Y las empresas estatales apenas la quinta parte, y con los rendimientos probablemente más bajos del mundo entero.

Conclusión: si Castro II no libera el campo cubano y privatiza la agricultura, el hambre en Cuba se va a agravar. Ya no es tan descabellado pensar que pudiera haber una hambruna por primera vez desde la “Reconcentración” impuesta por el genocida gobernador español Valeriano Weyler en 1896.

(De por qué “El Cruel” no quiere liberar el campo cubano me ocuparé en otro artículo).