La situación que origina en Cuba la incapacidad de los tecnócratas y burócratas del gobierno para lidiar con la crisis multisistémica que asfixia a los cubanos y su resistencia a liberar las fuerzas productivas y especialmente las agrícolas, es más grave y complicada de lo que parece a primera vista.

De que son ineptos y mediocres no hay duda, pero es que encima de eso no son ellos realmente los máximos responsables del agravamiento de la crisis que ya está acabando con Cuba y los cubanos.

Porque Miguel Díaz-Canel no es el número uno de Cuba como Presidente de la República y jefe de Estado, ni jefe del gobierno, ni del gobernante Partido Comunista. Ni Manuel Marrero es en verdad un primer ministro que decide cosas importantes, ni Esteban Lazo es presidente de un Parlamento.

A quienes puedan dudar de que eso es así los invito a responder esta pregunta: ¿Podría Díaz-Canel como Jefe de Estado y del PCC, como antes lo fueron Fidel y Raúl Castro, suprimir el monopolio estatal Acopio, privatizar las empresas estatales y restaurar la propiedad privada en la isla?

Por supuesto que no. Y ahí está el detalle entre el poder como “figurao” político formal para la exportación y encargado de la administración pública, y el poder real en Cuba.

El máximo poder lo tienen nonagenarios con Raúl al frente

Créase, o no, hoy el gobierno en pleno, el Buró Político del Partido Comunista, y la Asamblea Nacional están subordinados de hecho a un triunvirato de nonagenarios que increíblemente sigue tomando las decisiones importantes, junto a una élite militar-empresarial (GAESA). Todos en conjunto conforman una especie de Junta Militar tras bambalinas, pero todopoderosa.

En la cúspide de ese engranaje “invisible” está el dictador Raúl Castro, a punto de cumplir 93 años. Inmediatamente debajo de él están los comandantes históricos Ramiro Valdés (92 años), y José R. Machado Ventura (93 años).

Colateralmente figura el otro “comandante de la revolución”, Guillermo García, quien el 28 de febrero cumplió 96 años. Y varios generales claves, incluyendo los ministros del MINFAR y el MININT, los jefes de los tres ejércitos del país, la mafia de GAESA, y los hijos del dictador, pues  Alejandro y Mariela Castro, tienen más poder real que cualquier ministro, o miembro no militar del Buró Político.

Es precisamente el jefe de jefes, Raúl “el Cruel”, quien más se opone a restablecer en Cuba la libre empresa, como lo hicieron sus colegas chinos y vietnamitas. Se niega a “traicionar” el legado histórico estalinista de Fidel Castro con un regreso al capitalismo, el mismo que casi llevó a Cuba al Primer Mundo antes de que él y su hermano asaltaran el poder.

Es un poder supremo que no da la cara, dirige desde las sombras

Ese exclusivísimo grupo tiene la ventaja de que no da la cara al pueblo, gobierna desde las sombras. Es lo mismo que hizo antes el “Equipo de Coordinación y Apoyo al Comandante en Jefe”, que dirigido por Fidel Castro era el que gobernaba la nación, por encima del Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y del mismísimo Buró Político del PCC.

En fin, conociendo estos detalles es que se digiere mejor el desconcertante inmovilismo del gobierno formal castrista, incapaz de actuar en correspondencia con la crisis colosal que hambrea a la población y causa una pobreza y atraso social y económico propios de la Edad Media.

Claro que en el gobierno legal hay reaccionarios inmovilistas, pero es razonable pensar que no pocos miembros del gobierno y demás instancias del Estado, de los diputados de la Asamblea Nacional, incluso integrantes del Comité Central del PCC y parte de la alta y mediana oficialidad de las Fuerzas Armadas, son conscientes de que al socialismo hay que desmontarlo de raíz.

Pero esa percepción acertada de la realidad es como si no existiera, por tres razones: 1) son altos funcionarios que pertenecen a la oligarquía dictatorial y se aferran a sus cargos para disfrutar la “dolce vita”, en grande o en menor escala según la jerarquía de cada quien; 2) tienen miedo de perder sus privilegios, o de ir a la cárcel si plantean que basta ya de socialismo; y 3) saben que, aunque no vayan presos, si proponen una apertura en grande la Junta Militar la va a rechazar.

Culpar a ministros del desastre económico es burlarse del pueblo

Así se explican mejor las recientes destituciones de ministros, entre ellos el de Economía y Planificación, Alejandro Gil, a quien de hecho culpan del agravamiento de la crisis y el desastre de la economía cubana. Sobre todo, de haber sido quien diseñó el “Paquetazo” económico, una terapia de choque insólita que el régimen ha tenido que dejar en suspenso, sobre todo el incremento demencial de hasta un 500% en el precio del combustible y de los pasajes en el transporte público.

De que Gil es mediocre, y hasta un incapaz, no hay duda, pero considerar que por culpa de él es que la economía comunista no funciona es una burla al pueblo. Desde 1959 ha habido 14 ministros de Economía, incluyendo el período 1960-1994 en que se llamó Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), hasta el recién nombrado Joaquín Alonso Vázquez (el número 14).

Muchos de ellos han sido a la vez miembros del Buró Político y vicepresidentes del gobierno y del Consejo de Estado. Y todos han sido destituidos (menos el caso de Osvaldo Martínez, que en 1995 renunció por problemas de salud) y culpados como incapaces de hacer que la economía funcione bien.

Pero ya los cubanos están curados de esos “numeritos” castristas de destitución de chivos expiatorios y culpar a ministros u otros funcionarios públicos, cuando los verdaderos culpables son sus jefes, empezando por el dictador.