Cuando se puso en práctica en Cuba hace tres años la terapia de choque llamada Tarea de Ordenamiento el sitio oficial Cubadebate publicó un artículo que afirmaba: “Cuba está asistiendo a la segunda reconfiguración, y seguramente la más dramática, del contrato social de la Revolución en el periodo socialista (…).se apunta a superar el modelo de socialismo del siglo XX”.

Y ahora en 2024, el presidente de la oficialista Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), Ricardo Ronquillo, vuelve a alabar en grande el “pacto social revolucionario”, en un discurso pronunciado en un Festival de la Prensa celebrado en La Habana.

Estamos ante el colmo de la tergiversación de la realidad. Lo que se hizo con la Tarea de Ordenamiento, y últimamente con las medidas irresponsables aplicadas por el régimen ha sido ¡todo lo contrario!, desmantelar los restos de lo poquísimo que quedaba de la dizque “revolución cubana” cuando con los subsidios de la URSS se daba al pueblo palos y algunas zanahorias.

En un sistema comunista es imposible un legítimo pacto social

Hoy son solo se dan palos, sin zanahorias. Antes, a cambio de ser explotados por el Estado comunista que confisca toda la “plusvalía” (léxico marxista) generada por los trabajadores del país, y con los miles de millones de dólares que regalaba el Kremlin, el régimen daba un mínimo básico de alimentos por la “libreta”, o en los “mercaditos”, abastecidos por “el campo socialista”, y un digamos que aceptable cuidado de la salud (tampoco nunca como en Costa Rica, Chile, o Uruguay, por ejemplo), y algunas otras migajas sociales.

El tío soviético Volodia falleció, y aquello se acabó. Pero, además, en un sistema comunista no puede haber ningún pacto social como lo concibió su creador teórico, Jean-Jacques Rousseau, en 1792, y que publicó en su obra “El contrato social o principios de derecho político”.

Para el genial pensador francosuizo, uno de los precursores intelectuales de la Revolución Francesa, el pacto social se basa en un Estado de derecho que asegura la libertad y el derecho a la propiedad privada de los individuos, garantizado por la sociedad (el Estado), en un acuerdo tácito en el cual el individuo “no se obedezca más que a sí mismo”, y permanezca tan libre como antes de vivir en sociedad.

Del carácter liberal capitalista de dicho contrato social basta leer esta frase de Rousseau: “Cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad”. ¿Saben eso Cubadebate y el presidente de la UPEC?

El Estado invierte 12 veces más en turismo que en la agricultura

Hoy en Cuba la dictadura de Raúl Castro solo da palos y nada de zanahoria. El Estado socialista “paternalista” abandonó al pueblo y lo hambrea deliberadamente, pues invierte 12 veces más dinero en construir hoteles para el enriquecimiento y lavado de dinero de la mafia militar gobernante, que en la agricultura y la ganadería.

Estudios recientes han mostrado que hoy el 90% de los cubanos viven sumidos en la pobreza. Y no solo hacen una sola comida al día, sino muchas veces ninguna. El desayuno y la clásica tacita de café desaparecieron. Una crisis humanitaria sin precedentes ya toca a las puertas del país, pero Castro II y sus rollizos secuaces comen de todo opíparamente, y lo demás no importa.

En tierras fértiles propicias para una formidable agricultura desarrollada, hay una escasez inaudita de productos agrícolas y pecuarios, porque el campo en un 77% es del Estado, único caso en el mundo si se excluye la extraterrestre Corea del Norte. Y los campesinos que poseen el otro 23% de las tierras son obligados a entregar al Estado el 80% de sus cosechas a precios que ni cubren sus costos de producción, lo cual desincentiva la producción.

Platos alucinantes para engañar como sea al estómago

Entonces, para matar el hambre y engañar al estómago las familias cubanas inventan platos alucinantes, de ciencia ficción, para sobrevivir.

Por ejemplo, arroz congrí sin frijoles, sino con hojas de guayaba. Y ropa vieja sin carne, con cáscara de plátano que se hierven; luego con un tenedor se arrancan las fibras que tiene la cáscara por dentro y se sofríen en una cazuela con un poco de sal.

Está el potaje de semillas de mamoncillo. Se machacan varias semillas de mamoncillo y se ponen a hervir en una cantidad de agua similar a la que utilizaría para cocinar los frijoles.

Chicharrones sin cerdo, arroz de col, potaje de semillas

Igualmente se hacen chicharrones de cerdo sin cerdo, con cascaras de yuca. Se pela la yuca y de la cáscara se elimina la parte oscura, luego se hierve y se fríe en aceite. No importan los riesgos de intoxicación, el hambre es peor que el riesgo.

Existe también el arroz de col. Esta se muele y se le pone sal, vinagre, y ya está el arroz. Hay también un nuevo postre, el pudín de arroz que no lleva huevos. Se cocina arroz, se bate con azúcar, se mezcla con pan y esa masa ya fría se pone en el refrigerador durante tres horas. Y listo el “pudín”.

Como ya no hay ni café mezclado (con 50% de chícharos), se toma uno hecho con “platanillo”, una matica abundante en toda la isla (huele a pimienta). Da unas vainas con unas frutillas pequeñitas. Se sacan de la vaina y se secan al sol. Luego se tuestan, se muelen, y a tomar “café” se ha dicho.

¿Pudo alguien imaginar en 1524 que eso pasaría 500 años después?

¿Se imaginaron los primeros cubanos, criollos nacidos en la isla, que sus descendientes 500 años después tendrían tanta hambre que iban a comer carne de cascara de plátanos, chicharrones de cerdo sin cerdo, arroz con frijoles sin frijoles, o café de frutillas molidas usadas para aliviar las hemorroides?

Y eso es apenas una sola faceta del “pacto social revolucionario” que elogian los esbirros de cuello blanco en la isla.