Si algo expresa claramente que la dictadura comunista castrista está en su etapa final y solo sobrevive a base de la represión fascista es la estampida récord de peloteros del equipo que llevó el régimen castrista al Mundial de Beisbol Sub-23 (menores de 23 años de edad) celebrado en la ciudad de Obregón, México, y en el cual quedó en cuarto lugar al perder la medalla de bronce frente a Colombia, un país con tradición futbolística, pero no beisbolística.
En una estampida sin precedentes, 12 jugadores, el 45% del “equipo patriótico” del régimen, burlaron la vigilancia de los esbirros de la Seguridad del Estado y escaparon hacia la libertad que el 11 de julio gritaron y exigieron ríos humanos en las calles. Ha sido un bochorno colosal, el mayor en la historia de fugas de peloteros de los equipos nacionales castristas. El récord anterior era de cinco que en 1995 decidieron quedarse también en México durante la Copa de Clubes Campeones.
Pero la mafia gobernante insiste en hacer el ridículo y afirma que en Cuba todo marcha bien, que esa estampida fue orquestada por el “imperio” y acusa a Donald Trump porque anuló el acuerdo entre las Grandes Ligas de beisbol y Cuba firmado en 2018.
Crisis del beisbol cubano, parte de la crisis final del castrismo
Escandalosamente falso. Esos jóvenes cubanos huyeron porque “la pelota” en Cuba no escapa de la crisis terminal del castrismo. En la isla se hace cada vez más difícil vivir y ellos como peloteros se sienten explotados por el Estado. Quieren jugar beisbol pero siendo dueños de ellos mismos y no esclavos, y a la vez ser millonarios como sus compatriotas que juegan en las Grandes Ligas.
El acuerdo mencionado fue una maniobra cocinada entre la Administración Obama y el régimen castrista en la que involucraron a la directiva de las Grandes Ligas. Baste saber que hasta un 25% del dinero de cada contrato firmado por los peloteros iría a la dictadura. Como bien dijo John Bolton, consejero del presidente Trump, en abril de 2019: “Cuba quiere usar a los jugadores de béisbol como peones económicos, vender sus derechos a las Grandes Ligas de Béisbol”.
Peloteros esclavos, un “logro de la revolución”
Fidel Castro cuando a principios de 1962 prohibió el beisbol profesional en Cuba sentenció: “Este es el triunfo de la pelota libre, sobre la pelota esclava”. Fue exactamente al revés, esclavizó la pelota cubana y sepultó una liga que databa del siglo XIX y gozaba del favor entusiasta del pueblo.
Castro estatizó y se apoderó del excelente beisbol cubano para crear una poderosa selección nacional profesional disfrazada de amateur, arrasar en los eventos internacionales y presentarlos como un “logro de la revolución”, y de sí mismo.
Claro, se cuidó de que nadie pudiera probar que eran profesionales sus peloteros. A cada uno –aún hoy– le asignan un centro de trabajo real y lo ponen en nómina. No tiene que ir a su “empleo” pero le pagan un salario como si fuera. Así aparece como un trabajador que en su tiempo libre juega beisbol, o que disfruta de una licencia deportiva para jugar beisbol no profesional.
Las victorias cubanas, abuso de profesionales contra amateurs
Sin restar mérito a la indiscutible calidad de los peloteros cubanos, los campeonatos y las medallas de oro internacionales obtenidos por Cuba a partir de 1962, incluyendo 25 copas del Mundo, en realidad fueron un abuso. Cuba participaba con profesionales experimentados hasta con 12 y 15 campañas en el terreno, a competir con mozuelos amateurs no experimentados, en su mayoría estudiantes universitarios.
Por eso tan pronto se permitió el profesionalismo en las Olimpíadas y otros eventos internacionales comenzó a desinflarse el truco castrista. Y desde que René Arocha en 1991 abandonó el equipo Cuba en EEUU y se convirtió en lanzador de los Cardenales de San Luis se inició el éxodo de los mejores peloteros cubanos en busca de jugar en el mejor beisbol del mundo y dejar ser esclavos del comunismo.
Son cientos los que han dejado atrás la verdadera “pelota esclava”. Actualmente juegan en Grandes Ligas 24 cubanos, con contratos de hasta 18 millones de dólares anuales (Abreu), 17 millones (Chapman y Grandal). Hay además otros 80 cubanos jugando en equipos de ligas menores que pueden ser subidos a GL. De ellos 45 son de La Habana, 15 de Matanzas y 13 de Ciego de Avila.
Entre las estrellas cubanas, tan admiradas en EEUU, cabe citar a Aroldis Chapman (el lanzador con mayor velocidad en la historia de las Grandes Ligas desde que se mide la velocidad); José Abreu (Jugador Más Valioso de la Liga Americana en 2020), Yulieski Gurriel y su hermano Lourdes, Yasmani Grandal, Yoan Moncada, Jorge Soler, Raisel Iglesias, Luis Robert, Randy Arozemena, entre otros.
Antes brillaron “El Duque” Hernández, y su hermano Liván, Alexei Ramírez, Kendry Morales, Yoenis Céspedes, Yasiel Puig y otros. Y antes, con posterioridad a 1962, Rafael Palmeiro (569 jonrones), José Canseco (el jugador mejor pagado en GL en los años 80), el avileño Tony Pérez, (único cubano en el Salón de la Fama), Luis Tiant, Tony Oliva, y muchos otros.
Todos ellos pudieron haber brillado o jugar hoy sin dejar de residir en la isla, e invertir allí sus millones, pues los Cubans Sugar Kings, de Triple A, estaban a punto de ser el primer equipo extranjero en GL, con sede en La Habana, antes que Toronto y Montreal.
En fin, para resumir lo ocurrido al beisbol cubano con el comunismo acudamos a Góngora: “ayer maravilla fui, y hoy sombra de mi no soy”. Ya el país hace el ridículo internacionalmente en eventos en los que no gana ni un solo juego. Los niños y adolescentes ahora juegan futbol, pues en la isla no hay guantes, ni bates, ni nada de lo necesario para jugar a “la pelota”, un pasatiempo, y deporte, que antes del castrismo era parte indisoluble de la cultura nacional y la cubanidad misma.