Porque es terrorista. Es esa la respuesta a la pregunta del título. El castrismo nació chapoteando sangre con su terror callejero, que al llegar al poder convirtió en terrorismo de Estado y continuó con su vocación destructiva, no solo en Cuba, sino allende los mares, incluso en EE.UU.
Esa violencia “revolucionaria” extrema tuvo su génesis en el ADN gansteril de Fidel Castro, quien irrumpió pistola en mano en la escena política a fines de los años 40 baleando a sus rivales políticos en La Habana, algunos de ellos por la espalda.
Pero nada de eso importa a la izquierda marxista enquistada en cada vez más gobiernos, y con cada vez más poder y control de los medios de comunicación, universidades, instituciones académicas, sociales y culturales. Tal y como lo soñó Antonio Gramsci (más inteligente que Marx y Lenin juntos) en los años 30.
La izquierda sabe que la “revolución” es terrorista y la apaña
Esa izquierda dogmática de hoy es más gramscista que marxista-leninista, pues ha llegado al poder en procesos electorales y no a tiros, pero por razones ideológicas no admite el carácter terrorista de la dictadura castrista, y le rinde pleitesía. No importa que la tal “revolución cubana” solo es en verdad una cofradía de mafiosos que está acabando con Cuba.
Y azuzada por La Habana exige que el régimen castrista sea sacado de la lista de naciones terroristas del gobierno de EE.UU, donde comparte celda con Corea del Norte, Irán y Siria. De ahí fue sacada por Barack Obama en mayo de 2015, cuando Raúl Castro se lo puso como condición para establecer las relaciones bilaterales. Fue devuelta en enero de 2021 por la Administración Trump a ese club del terror del que nunca debió salir desde que Ronald Reagan allí la puso en 1982.
Alentada, y hasta orquestada por la inteligencia castrista con sus miles de cómplices incrustados en las esferas de poder en todas partes, últimamente se han arreciado las campañas para exigirle a Washington que Cuba sea excluida de la susodicha lista terrorista. Presidentes y gobiernos de Latinoamérica escorados hacia babor (izquierda) insisten en ello.
Hasta la XXVIII Cumbre Iberoamericana, mostrando el dominio izquierdista en Latinoamérica y España, en un comunicado desde Santo Domingo hizo esa solicitud. También el Consejo Mundial de Iglesias (el mayor del mundo) a pedido de la iglesia presbiteriana de Cuba, con el apoyo de EE.UU, Canadá y Colombia.
En EE.UU (donde la inteligencia castrista se mueve cómodamente) senadores, congresistas, hombres de negocios, académicos, artistas y medios de prensa, piden lo mismo. No importa el grado de criminalidad del castrismo. Desde los años 60 y 70 el comandante Manuel Piñeiro, alias Barbarroja, y personalmente Fidel Castro, se encargaron de inundar a América Latina de terrorismo urbano y rural.
Y también en el “imperio”. En 1962 los espías cubanos Elsa Montera y José Gómez Abad, de la misión de Cuba en la ONU, fueron sorprendidos por el FBI cuando iban a detonar 500 kilogramos de explosivos dentro de las icónicas tiendas neoyorquinas Macy’s, Gimbel’s y Bloomingdale’s, y en la Estación Central Ferroviaria de Manhattan. Y no es un secreto que probablemente Fidel Castro tuvo que ver en el asesinato de John F. Kennedy.
Hoy el régimen castrista es el “autor intelectual” de las incendiarias protestas en Latinoamérica para desestabilizar gobiernos democráticos, como ocurre ahora mismo en Ecuador. Y antes en Chile, Colombia, Perú y Bolivia.
El Movimiento 26 de Julio sembraba el terror en Cuba
Lo más importante aquí es que el actual gobierno cubano es del mismo “partido político” desde 1959, que antes de tomar el poder ya sembraba el terror en las calles cubanas.
El Movimiento 26 de Julio hacía explotar bombas que mataban a inocentes, y asesinaba a tiros en las calles. Se cumplía la consigna de “Las tres C: Cero Cine, Cero Compras, Cero Cabaret”. Estallaron cientos de bombas, quizás miles, en toda la isla. En una sola noche en La Habana, 8 de noviembre de 1957, explotaron 100 bombas.
Con bombazos los Castro sembraba el terror en tiendas, cines, cabarets, night clubs, parques, estaciones de trenes y de ómnibus, fábricas, incluyendo la refinería de la Esso Standard Oil y el acueducto de Vento en La Habana. Causaron muertos, heridos y destrucción en lugares tan concurridos como la Terminal de Ómnibus Nacionales de La Habana, la Estación de Ferrocarril de Bejucal , el Ten Cents de Galiano, donde resultó herida una consumidora con su nieta.
El padre de un barbero cabo del Ejército, Dionisio Goulet, llamado Antonio, murió destrozado por una bomba en su casa en Santiago de Cuba, y herida su nieta de 15 años. En Miramar, el cocinero en una residencia murió por una bomba colocada en esa casa. En el cabaret Tropicana una bomba fidelista hirió gravemente a una adolescente de 17 años, que perdió un brazo.
Agustín Gómez Lubián murió cuando iba a lanzar una bomba que habría matado a archiveras y lectores en una biblioteca en Santa Clara, y Urselia Díaz Báez murió cuando iba a poner una bomba en un baño en el Teatro América de La Habana, repleto de público. También murieron al estallarles encima los artefactos explosivos que llevaban Enrique Hart Dávalos, Carlos García Gil y Juan González Bayona. Otros miembros del M-26-Julio perdieron brazos (Odón Alvarez de la Campa), manos, o piernas al estallar los explosivos al manipularlos.
Bomba “revolucionaria” mató a 3 avileños sentados en un parque
Nunca podré olvidar la noche de julio de 1958 en la que fui testigo presencial de cómo una bomba colocada en el Parque Martí de Ciego de Avila, un sábado por la noche, mató a tres avileños, e hirió a seis. La bomba era para asesinar a Andrés Rivero Agüero, candidato batistiano a la Presidencia, de visita en la ciudad. Pero el terrorista del M-26-Julio se acobardó y en vez de ponerla en el hotel Santiago-Habana la colocó debajo de un banco en la plaza más concurrida de la ciudad. Murieron Martín Rodríguez, José Freyre, y Rodolfo Legón, quien estaba con su hijo pequeño Jorgito, de 2 años, herido de gravedad.
El terrorismo “revolucionario” incluyó el secuestro del campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio, y de dos aviones de Cubana de Aviación. Uno de ellos (en 1958), un Viscount-755, debido a la violencia de los terroristas castristas se estrelló en la Bahía de Nipe y murieron 17 de los 20 pasajeros a bordo.
Ya en el poder Castro I no cumplió su promesa de restablecer la Constitución de 1940 y convocar elecciones, y dijo “¿Elecciones para qué?” mientras fusilaba a miles de cubanos por motivos políticos y sembraba el terror contra los “gusanos”. Argumentaba que eso era legítimo, pues la revolución era “fuente de derecho”.
Falso, una revolución no es fuente de derecho si de ella no emana un Estado de derecho. No hay derecho que niegue al derecho mismo y que se sustente en la violación de los derechos humanos. De la Revolución Francesa emergió rápidamente la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789).
Lo justo: pedir que el castrismo no salga nunca del club terrorista
Precisamente en esa irracionalidad jurídica se afinca el tuétano terrorista del castrismo, que desde 1959 ha dirigido o financiado grupos terroristas en países latinoamericanos que han asaltado bancos, incendiado fábricas y tiendas, estaciones de trenes, han asesinado a militares y políticos.
Hoy Cuba dirige el aparato de torturas y terrorismo en Venezuela que ha costado la vida a miles de venezolanos. Muchos torturados identifican como cubanos a sus torturadores por el acento al hablar. Y el horrible crimen del “Remolcador 13 de Marzo” está grabado para siempre en la conciencia nacional.
Cuba ha sido, y es, refugio seguro de terroristas de todas partes, (de la entidad terrorista vasca ETA, del ELN de Colombia y prófugos de la Justicia de EE.UU), y de cuanto terrorista huye por el mundo.
¿Bueno, y por qué patalea tanto el régimen para lo saquen de esa lista? Así lo resume el “presidente” Díaz-Canel: “dificulta en extremo todas nuestras transacciones financieras y comerciales y las posibilidades de crédito”. Pero de esto nos ocuparemos en otro artículo,
Conclusión, lo que por decencia y justicia elemental deben pedir todos los gobernantes del mundo, y la opinión pública internacional, es todo lo contrario, que el castrismo no salga nunca del club internacional de los terroristas, y que Raúl Castro y sus cómplices sean llevados a la Corte Internacional de Justicia de la ONU, en La Haya, por crímenes contra la humanidad.
Eso sí sería justo. Basta ya de congraciarse con la peor tiranía en la historia de América.