Colas de dos kilómetros asustaron a la mafia castrista y las dispersó por municipios
La mafia millonaria que gobierna en Cuba se alarmó tanto con las bombas político-sociales que potencialmente constituyen las colas gigantescas en La Habana para comprar alimentos que decidió achicarlas.
Es ese, y no otro, el propósito de la medida adoptada por GAESA, mediante la cual desde el 21 de abril (2022) los habaneros solo pueden comprar en las tiendas en divisas ubicadas en los municipios en los que residen.
El régimen decretó la municipalización de las compras en las tiendas de la cadena Caribe y del CIMEX para evitar las aglomeraciones de personas en los comercios de la populosa capital. Ya lo dijo el poeta romano Virgilio, “el hambre es mala consejera”. Tanta gente hambrienta e iracunda en un mismo lugar, echando pestes por la desesperante falta de alimentos es una bomba de tiempo muy peligrosa para toda autocracia.
Tecnología del “Big Brother” para controlar a los consumidores
Lo más escandaloso es que se trata de la venta de alimentos en dólares y no en la moneda nacional en que se pagan los salarios y las pensiones a los cubanos.
Además, los consumidores luego de “zapatear” en el mercado monetario callejero algunos dólares pagando más de 100 pesos por cada billete verde, al llegar a la “shopping” son obligados a entregan sus carnets de identidad a un empleado de la tienda o al policía que “cuida” la cola. Se los escanean, registran en un teléfono móvil sus datos privados personales y son enviados a un a base de datos del MININT
Con esta tecnología del “Big Brother” orwelliano, creada en la Universidad de Ciencias Informáticas de La Habana, el dictador Raúl Castro pisotea la Constitución que él mismo hizo aprobar en abril de 2019, y que estableció el derecho de los ciudadanos a la protección de su imagen y datos personales.
Pamplinas, la Seguridad del Estado registra a qué tienda va, qué compra cada consumidor, y de paso capta si protestó en la cola contra la escasez, o alentó a otros a quejarse.
Ah, y lo que con suerte logra comprar el consumidor en la “shopping” es anotado en la Libreta de Abastecimientos. O sea, ya hasta los alimentos y artículos de primera necesidad comprados con moneda extranjera, “sangreada” clandestinamente, están también racionados.
Encima, se les dice a las familias de cada municipio los días en que pueden comprar, para lo cual se organizan ciclos de “rotación”. Es decir, los consumidores solo pueden comprar el día que les toca, no importa si se le acabaron los comestibles y ya no tienen nada que comer. La misma “revolución” de Fidel Castro y el Che Guevara les dice a los habaneros: “si tienes hambre eso a mí me importa un pito, allá tú”.
Falso, no más productos, el motivo es el pánico a las “masas”
Para colmo, según la cúpula castrista y los medios estatales el propósito de esta medida es que la gente no sufra haciendo colas enormes y para que las familias puedan comprar lo que necesitan. Incluso algunos cubanos han saludado ingenuamente esta medida de GAESA porque creen que en las tiendas municipales asignadas harán colas más pequeñas y comprarán más productos
Falso. Harán colas más cortas, pero no podrán conseguir más productos, por dos razones:
1.- Los consumidores no podrán comprar más en sus municipios por simple aritmética. Si en La Habana hay para vender en un día 1,500 bolsas de muslos de pollo, no importa que las colas en cada municipio sean más pequeñas, son solo 1,500 paquetes para toda la ciudad, y punto. Miles de familias se quedarán con las ganas de comer un muslito de “pollo americano”, lo mismo en Boyeros, que en Guanabacoa, Arroyo Naranjo, El Cotorro, La Lisa, el Cerro, y los otros nueve municipios habaneros.
2.- El motivo verdadero es el miedo de la élite dictatorial a las aglomeraciones de personas, el pánico a “las masas” y “al pueblo” de los que hipócritamente habla el discurso político castrista desde 1959. Quieren alejar la posibilidad de protestas masivas en colas gigantes que puedan derivar en estallidos sociales.
Las colas gigantes en Cuatro Caminos alarmaron al dictador
Todo indica que la gota que colmó la copa del terror del dictador Raúl Castro y sus apandillados a mucha gente aglomerada fueron los ríos humanos que se formaban para comprar en el mercado habanero de Cuatro Caminos. Eran miles de personas enardecidas que se extendían hasta por 20 cuadras, en una fila que en algunos tramos cubrían calles enteras. Y solo para para obtener un turno para el día en que le asignasen para comprar allí, y con dólares.
Raúl Castro y sus secuaces, que padecen todos el “síndrome 11J”, se asustaron mucho. Saben que tantos cubanos con hambre, viviendo cada vez peor, sudando a chorros durante horas bajo el sol tropical, son un polvorín social-político. Y que bastaría solo una chispa para generar una rebelión nacional que esta vez no sería tan pacífica como las anteriores y que podría imponer los grandes cambios que demanda la nación.
Y así puede que suceda en cualquier momento. Da lo mismo si las colas son cortas o largas, el peligro de sublevación popular está vivo, sigue latente.