Miles de años atrás, cuando las tribus genésicas de la humanidad al “descubrir” la agricultura se asentaron en lugares fijos, llegar a viejo era motivo de orgullo para la comunidad. En Mesopotamia, hace 4,500 años, llegar a 35 años era una proeza. Aquellos “viejos” eran la memoria viva que les permitía a los jóvenes conocer el pasado que no habían vivido.

Eran venerados como sabios y por su experiencia eran brujos, sanadores (“médicos”) y educadores. Luego el Derecho Romano dio a los ancianos la condición jurídica de “Pater familias”, vitalicia, con poderes casi tiránicos. En el Senado Romano todos eran “mayorcitos”. En Esparta el poder estaba en manos de los ancianos.

Pues bien, milenios después, en la Cuba “revolucionaria” llegar a viejo es una gran desgracia. Y ello ocurre precisamente en el país de América Latina que más rápido envejece y que registra la sociedad más envejecida del subcontinente.

Con el 23% de su población total superando los 60 años de edad, Cuba supera el 17.2% de Uruguay y el 13.1% de Barbados, otros dos países con la población envejecida. En la isla se achica el segmento poblacional en edad de trabajar y se agiganta el de jubilados y quienes están a punto de hacerlo.

Fatal ecuación: a más hambre y pobreza, menos gente trabajando

Eso conforma una fatal ecuación inversamente proporcional: en una Cuba, cada vez más pobre y al borde de la hambruna, aumenta la cantidad de ancianos, pero baja la de personas que trabajan.

O sea, la isla pierde aceleradamente su población económicamente activa (PEA), la que produce los bienes y servicios que en general necesita la sociedad, y mantiene a los ancianos y jubilados. Y la que provee al Estado los recursos para salud pública, educación, seguridad social, etc, y en el caso de Cuba también hace posible mantener la imprescindible cartilla de racionamiento de alimentos.

Estamos, pues, ante un azote multifacético que va llevando al pueblo de Cuba al abismo. Porque no solo la población cubana envejece porque hay más muertes que nacimientos (en 2021 hubo 99,096 nacimientos y 167,645 muertes) debido a que la tasa de natalidad no llega a los 2.1 hijos por mujer fértil para el reemplazo natural de la población, sino por el éxodo exorbitante y constante de cubanos que abandonan el país para dejar de vivir en la Edad Media.

Así el país se va quedando sin PEA, y el colmo es que el propio gobierno compulsa a emigrar. Solo para EE.UU se fueron ilegalmente 321,000 cubanos en 2022. Y la dictadura acaba de lograr de Washington que se vayan para EE.UU unos 100,000 cubanos anualmente, esta vez con visa y pasaporte en la mano.

Un jubilado boliviano recibe una pensión 19 veces superior a la de un cubano

Según cálculos de sociólogos cubanos de la diáspora más del 80% de quienes emigran tienen entre 15 y 59 años. Se irá descapitalizando la isla, al perder cada vez más valioso su capital, el humano.

Eso agrava el drama de los viejos en la isla, pues hay cada vez menos PEA para mantenerlos. Ya quienes se jubilan reciben una pensión tan baja que apenas pueden consumir. La pensión mínima por jubilación en Cuba es de 1,528 pesos (12 dólares), y la máxima es de 1,733 pesos (14 dólares), pero el costo de la canasta básica no baja de los 4,000 pesos mensuales.

En El Salvador, un país pobre, la pensión promedio por jubilación es de $207 dólares. En Bolivia es de $231. Un jubilado boliviano recibe una pensión 19 veces superior a la vigente en Cuba, país de donde salió el Che Guevara con sus invasores a liberar del “imperialismo” a ese país sudamericano. Y en la Argentina capitalista la jubilación promedio es de $416, es decir, 34 veces la de un jubilado en el “paraíso” caribeño que tanto apoya la izquierda argentina.

Pasan hambre, visten harapos y hurgan en los latones de basura

A los viejos cubanos la “revolución” les dio la espalda hace mucho tiempo. Hoy el trabajador cubano al jubilarse se convierte en una carga hasta para sus propios familiares, que no tienen cómo ayudarlo. Cuando Raúl Castro asumió como dictador se comenzaron a eliminar subsidios que dejaron en el desamparo a los ancianos, jubilados o no, y que afectan a todas las personas de la llamada tercera edad.

Conclusión, con su ridícula pensión, en Cuba  los jubilados y ancianos hoy sencillamente pasan hambre, y no es una metáfora. Visiblemente demacrados y flacos por la severa desnutrición, se visten con harapos. Muchos hurgan en los depósitos de basura algo de comer, o para vender. Otros cuidan parques y baños públicos para ganar unos pesos y poder tomarse al menos un vaso de agua con azúcar prieta, cuando la hay como desayuno.

Estamos ante otro gran “logro de la revolución” y de su “continuidad”.