El gobierno impuesto en 1959 por los hermanos Castro y el aventurero argentino Ernesto Guevara es el más anticubano en la historia del país, y el más antinacional habido nunca en América. Y no se trata de una exageración “contrarrevolucionaria”, veremos por qué.

El ministro de Economía, Alejandro Gil, anuncio recientemente la puesta en marcha en abril y mayo próximos (2023) de los primeros negocios en Cuba con compañías comerciales capitalistas extranjeras en el comercio mayorista y minorista, que venderán en la isla alimentos (cárnicos, lácteos, aceite, conservas de tomate, confituras), productos de aseo e higiene (jabón, crema dental, detergente, champú, toallitas húmedas, pañales desechables, ropa para bebé), y equipos electrodomésticos.

Dijo Gil que “dado el déficit de ofertas, contribuirán a enfrentar la inflación”. Agregó que “en medio de las fuertes restricciones que enfrentamos, la inversión extranjera en el comercio mayorista y minorista, con regulación del Estado, permitirá ampliar y diversificar la oferta a la población y contribuirá a la recuperación de la industria nacional”.

Castrismo enriquece a extranjeros y se lo prohíbe a los cubanos

El señor Gil “olvidó” explicar cuál es la causa de ese “déficit de ofertas”, y por qué su gobierno enriquece a capitalistas foráneos en vez de liberar las fuerzas productivas cubanas y producir de todo en la isla.

Las compañías en cuestión, asociadas al Estado comunista, son Granferretero, el grupo Farmavenda Ibérica S. L., y Camacho International S.L., las tres de España); Emifoods L.L. C (no se dice de qué país) y el Grupo Sur, de Argentina.

Semanas antes los ministros de la Industria Alimentaria, Agricultura, y Salud Pública, y el monopolio estatal Biocubafarma, informaron de sus respectivos proyectos de inversión extranjera.  Y la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz, aclaró que “en un inicio (…) solo se considera la creación de empresas mixtas y contratos de asociación en el comercio mayorista (…) no estamos contemplando construir más establecimientos (…) la previsión es recuperarlos”.

Remendarán un poco vetustos edificios y a ganar dinero fácil

O sea, los “burgueses” foráneos no van a construir modernas edificaciones. Remendarán las destartaladas instalaciones estatales, y a ganar dinero fácil se ha dicho. Lo que realmente van a hacer es exportar sus productos dentro de Cuba, pues todo lo van a vender en moneda extranjera. Nada de pesos que son papel mojado, inservible.

Pero el carácter antinacional y anticubano del régimen castrista no radica en abrir la economía cubana al capital extranjero, lo cual es condición sine qua non en todo país para poder crecer y desarrollarse económica y socialmente. Se sustenta en que mientras se produce esta apertura al capital extranjero se prohíbe por ley a los cubanos de la isla que inviertan capital y sean empresarios privados libres para expandirse y producir en grande.

Constitución castrista: anticubana, la más antinacional del mundo

El colmo, la propia Constitución vigente impone la anticubanía y el carácter antinacional del castrismo. En su Artículo 30 establece: “La concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales es regulada por el Estado”. Y en su Artículo 31 se completa la idea: “El trabajo remunerado debe ser la fuente principal de ingresos”.

Traducido del sinuoso lenguaje marxista eso significa que a los cubanos se les prohíbe acumular riqueza, y que deben conformarse con trabajar por un salario, y punto. En Cuba solo se puede ser empresario si se es extranjero, cubano emigrado acaudalado, jerarca civil o militar del régimen.

Todas esas tiendas extranjeras van a vender en la isla lo que “la revolución tan cubana como las palmas” (así la presentó Fidel Castro al asaltar el poder) impide producir a los cubanos desde 1960 cuando el siniestro dueto Castro-Guevara estatizó los medios de producción, el comercio y la banca.

Esos negocios foráneos exprimirán aún más a la diáspora cubana

Yendo al pollo del arroz con pollo. Las divisas para comprar en esa nuevas shoppingcastro-extranjerizantes y asimilar esas exportaciones dentro de Cuba (disfrazadas de comercio doméstico), una vez más las pondrán los emigrados, los hombres y mujeres que la dictadura obligó o compulsó a irse del país. Esa es la plata que irá a las arcas de esos inversionistas extranjeros y sus socios mafiosos de GAESA.

Los cubanos en la isla reciben su salario en pesos, y son tan bajos que si no “luchan” e “inventan” en la calle, incluso robando, no les alcanza para alimentarse.

Si no fuera por los “vendepatria” y “traidores” (“no los queremos, no los necesitamos” decía Castro I) que envían dinero de verdad a Cuba, sus familiares pasarían hambre en grande y no podrían asearse o vestirse decentemente. Y la dictadura habría colapsado hace rato.

¿Se prohíbe a brasileños invertir en su país? A los cubanos sí

En fin, al grano. No ha habido en la historia de América algo parecido a esta condición antinacional del régimen castrista. Resulta impensable, por ejemplo, que los gobiernos de Lula en Brasil, o el de López Obrador en México impidiesen por ley a sus ciudadanos invertir capital en su patria.

Menos puede concebirse que la propia Carta Magna de un país cualquiera en el mundo (salvo Corea del Norte) prohíba a sus nacionales acumular riquezas e invertir capital privado en su suelo natal y ser empresarios prósperos que generan empleos constantemente.

Inevitablemente surge aquí Franz Kafka. Con todo su fabuloso talento para recrearse en el absurdo difícilmente habría imaginado algo como el castrismo.