La abstracción para hacer comparaciones es un excelente método para conocer mejor ciertas cosas. Apliquémoslo hoy a lo que va a pasar en Cuba en las elecciones del próximo 26 de marzo. Pero antes veamos algo  de que está bombardeando mundialmente la agencia de la propaganda castrista fundada por el argentino Ernesto Guevara en 1959: Prensa Latina (PL)

Uno muy reciente se titula “Elecciones en Cuba: sí, es democracia”. Afirma que “los detractores del modelo político cubano no parecen cansarse del cliché de que en el archipiélago caribeño no hay democracia, porque insisten en identificar el término con la existencia de muchos partidos políticos”. Y que el sistema de gobierno castrista es ”considerado por la mayoría de sus habitantes como democrático y válido”

Agrega que “si se acude a cualquier diccionario, la acepción más generalizada y sencilla define democracia como gobierno del pueblo, sin hablar para nada de partidos más o partidos menos.”

¿Un solo partido y candidatos únicos al Congreso de EE.UU?  

Pues bien, partiendo de esa democracia superior castrista hagamos ahora la abstracción-comparación pertinente. Imaginemos que ese día marzo de 2023 habrá elecciones en Estados Unidos para elegir al Presidente de la nación y a todos los miembros del Congreso, en este caso unicameral. 

Previamente, miles de funcionarios del único partido político legal del país, así como agentes del FBI y de otros órganos de contrainteligencia seleccionaron y de hecho ya nombraron diputados por alentado a los 470 candidatos únicos, todos del Partido Único, para ocupar los 470 escaños del Parlamento de una sola cámara. 

Los ciudadanos estadounidenses tendrán la libertad de votar sí, o sí, por el candidato único impuesto, arbitrariamente ya nombrado en representación de una ciudad o región cualquiera, aunque no viva en ella. También pueden dejar en blanco la boleta, o anularla. No pueden escoger otro candidato, pues no lo hay.

Pueden no ir a votar, pero el día de las elecciones brigadas de militantes del Partido Único (PU) y de los Comité de Delatores en Defensa de ese PU van a cada vivienda a compulsar a votar cuanto antes, so pena de sufrir represalias, incluso perder el empleo.

Luego entre los candidatos ya oficialmente nombrados diputados se forma una junta en Washington designada a dedo por el jefe del PU, denominada Consejo de Estado, que formalmente designa a quien el jefe partidista ha decidido que sea el Presidente de los Estados Unidos, y su vicepresidente. Para que no parezca un acto antidemocrático se efectúa una votación secreta de todos los congresistas, controlada por la junta. Y se da el visto bueno oficial al nuevo inquilino de la Casa Blanca, quien es ovacionado por todos los congresistas puestos de pie.

Los candidatos, únicos, son impuestos a dedo por el PCC

Volvamos a Cuba. Para María Concepción Baeza, presidenta de la Comisión de Candidaturas Nacional (cargo que le dio graciosamente el “presidente” Miguel Díaz-Canel luego de consultarlo con el dictador Raúl El Cruel”), la democracia del proceso electoral cubano consiste en que la selección de precandidatos a diputados fue realizada por “las masas (…) desde la base hasta la nación”.

Falso. Los 4,600 precandidatos fueron seleccionados todos por el Partido Comunista, que luego escogió entre ellos a los 470 más “revolucionarios” y en la práctica los convirtió ya en diputados al designarlos candidatos únicos, para igual número de escaños en la Asamblea Nacional. 

Hay más, entre esos 470 “comecandela” candidatos únicos el Partido Único establece porcentajes fijos basados en el género, edad, nivel escolar, profesión y etnia.  Hay ellos hay obreros, dirigentes políticos, ministros, militares, profesionales, deportistas, periodistas, científicos, religiosos, artistas, y cuentapropistas.

No es casual que en cada proceso electoral haya tanto parecido en esos porcentajes. Esta vez habrá en el Parlamento un 20% de jóvenes menores de 35 años, 53% de mujeres. El promedio de edad, 46 años, y el 95% son graduados universitarios. 

Abstención, votos en blanco y anulados dejarán muy lejos a 2018

Pero lo más importante es que en este inminente sainete electoral habrá sorpresas para la oligarquía dictatorial. En 2018 votaron 1.2 millones de electores para una abstención de 14.3%. Hubo 5.58% de votos no válidos, 4.32% de votos en blanco, y 1.26% de votos anulados. Claro, no fueron cifras reales, sino falseadas descaradamente por razones políticas.

Ahora, en 2023, ya el régimen sabe que la abstención será mucho más alta, que habrá más votos en blanco y anulados. La cuantía podría ser demoledora si entre abstenciones y votos inservibles la cifra pasara del 50% del total de votantes del país.

Por eso la mafia gubernamental prepara trampas y chanchullos para reducir lo más posible ese golpe político. Pero no importa lo que hagan, el castrismo recibirá una gran derrota. Porque lo que cuenta es que las verdaderas cifras dejarán muy atrás a las de 2018. Ya lo veremos dentro de 4 semanas.